Propuesta: Escucha esto mientras lees. 👉Invierno de Vivaldi
Sentí una agonía muy grande cuando él despareció con mi hija, era como si se llevara una parte de mí. Me temblaban las piernas y por momentos creí desfallecer, me arrancaban el corazón, sentí como si lo desgarraran, lo machacaran con fuerza. Mi vientre era un tornado de sensaciones todas ellas dolorosas, imposibles de soportar.
Lo expulsé todo.
Todo ese torbellino angustioso que subió hasta mi boca. Arrojé todo ese tormento, vomité mi pesar, mi tortura. Nada de aquello me salvó de mi congoja. Nada de aquello me iba a salvar de una noche empapada en llanto.
¿Por qué tuvo que venir? ¿Por qué me pidió aquello?
No estoy preparada para nada, ni siquiera para ser, para estar, para encontrarme. No soy nadie en este momento, me desoriento, me pierdo en este vacío, pido ayuda constantemente. Mis gritos se ahogan en la oscuridad, se desvanecen en ella, nadie puede oírlos, nadie puede escuchar mi lamento. Me retuerzo de dolor, necesito que alguien me guíe, que alguien me ayude a mirarme, a sentirme, a quererme.
Hija mía, cómo te puedo querer si soy incapaz de amarme, y sí, claro que te quiero con toda mi alma, pero entiende que mi alma ahora está descompuesta, huele mal, pesa, pesa mucho, hija, no puedo levantarla. No puedo con tanta carga, me destroza.
No puedo más.
Por qué has venido, por qué me has pedido eso, si sabes que ahora no puedo, que no entiendo mi existencia aquí, si soy un ente pasajero sin rumbo. Cómo voy a ser capaz de ayudarla a ella si soy incapaz de levantarme, de protegerme a mi misma de esta oscuridad que estoy viviendo.
Te odio por hacerlo, por pedírmelo, por ser tan tremendamente egoísta, por pensar solo en tu bienestar.
Te odio por odiarme y a la vez me odio a mí misma por hacerlo.
Me gustaría proyectar todo mi dolor en ti, hacerlo penetrar en cada poro de tu piel, que te pasaras las noches en vela hasta que te pudiera el cansancio, la fatiga, que te bombeara tan fuerte el corazón que te atravesara el pecho, que no pudieras respirar, que te ahogaras, que no pudieras distinguir entre lo que es sueño y lo que es real, que vivieras en ese limbo de constante desesperación, que te atragantaras con tu propio llanto, que agonizaras, y que no pudieras morir nunca.
Mi rostro se desdibuja en el espejo, se retuerce mi figura en él. No existe una imagen clara de mí, no me veo. Soy como un espectro grotesco, sin forma, imperfecto, llena de heridas que no han cicatrizado, accesible, fáciles de remover.
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