miércoles, 19 de octubre de 2022

Cortometraje "La araña"

 Ha sido un viaje interesante, un proceso creativo donde me han acompañado personas muy importantes en mi vida a las que les agradezco muchísimo su apoyo en este proyecto. Gracias a familia y amigos y a ti por estar siempre ahí. 

Pincha aquí para ver el cortometraje 

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La araña









 



viernes, 7 de octubre de 2022

Carteles "el montón de ropa sucia"

Ficha técnica y artística

Lucas- Sámuel Martínez Mateos

Valeria-Júlia Martínez Mateos

Padre- Francisco Martínez Ledesma

Narrador- Pedro Mateos

Figuración muy especial- Asier Guardia, Aora Salmerón, Enar Salmerón

Ayudante de dirección- Noelia Mateos

Cámara- Alberto Carreño

Guion y dirección- Vane Mateos

Edición de video- Vane Mateos

Diseño del monstruo- Vane Mateos

Diseño del disfraz de superhéroe- Sámuel Martínez Mateos


 




sábado, 24 de septiembre de 2022

Carteles "La araña"

El cortometraje "La araña" está llegando a su fin, pronto habrá más noticias del proyecto, se acerca "el día de difuntos" y también las historias de terror que acompañan a esa noche tenebrosa. 

De momento, os dejo los carteles de este cortometraje de terror. 




domingo, 4 de septiembre de 2022

"El montón de ropa sucia"

La de ayer fue una jornada larga y divertida. El cortometraje "El montón de ropa sucia", basado en el microrrelato "El monstruo de la silla", va tomando forma, una historia de terror para niños que comienza ahora el proceso de posproducción a falta de rodar algunas secuencias. Queda mucho trabajo, pero ayer fue un día productivo y maravilloso. Tengo que dar las gracias a todo el equipo que estuvo conmigo, aunque éramos pocos el esfuerzo y el trabajo fue grande. GRACIAS FAMILIA. Seguimos aprendiendo de esta profesión tan maravillosa.

Sam Martínez Mateos en una de las escenas del cortometraje


Otra secuencia con Sam Martínez Mateos



Julia Martínez Mateos y Fran Martínez en una de las secuencia del cortometraje

domingo, 14 de agosto de 2022

"La araña"

Más fotogramas del cortometraje "La araña" extraidos de las escenas que grabamos este sábado día 13 con el actor Francisco Montejano. 

Francisco Montejano

Francisco Montejano y Vane Mateos
Cámara: Alberto Carreño

 
Francisco Montejano es licenciado en Arte Dramático en la especialidad de texto, en la ESAD de Murcia. Ha realizado cursos de interpretación ante la cámara con Amado Cruz, Vicente Aranda, Ramón Quesada y Luis Gimeno. Tiene amplia experiencia en teatro con obras como "El sueño de una noche de verano", "Electra", "Antígona"y "Maribel y la extraña Familia" entre otras muchas, y tiene experiencia en cine, televisión y publicidad.


viernes, 1 de julio de 2022

La araña

El cortometraje "La araña" es una versión libre del relato de Hanns Heinz Ewers en el que estoy jugando estos últimos días, jugando, aprendiendo y disfrutando mucho. Estos son los primeros fotogramas del cortometraje.








Francisco Montejano dará vida a Leo, el protagonista de esta historia. 




jueves, 23 de junio de 2022

Noche de San Juan

 

Tierra, mar y viento

Fuego, lluvia y tormenta

Luna y noche sangrienta

Llevadme muy adentro

A vosotras verso

A vosotras llamo

A vosotras invoco

A vosotras reclamo.
 
...

Como conjuro a una, conjuro a las dos

Y como conjuro las dos, conjuro a las tres

Y como conjuro a las tres, conjuro a las cuatro

Y al diablo, conjuro también.


 
 
"Las asaures del muerto"
Voz narradora: Vane Mateos
Voz muerto: Alberto Carreño
 
Pincha para escuchar la leyenda 
 


 
 

martes, 14 de junio de 2022

Mis primeras fotos: el principio de un nuevo camino

 Aprender y disfrutar es lo único que me apetece en estos momentos. Por fin me atrevo a coger la cámara, a probar y a equivocarme. No son perfectas, lo sé, he cometido muchos errores, y los seguiré comentiendo, tengo mil dudas y muchos miedos, pero lo haré con gusto y conseguiré poco a poco mis objetivos, poco a poco, sin prisa y disfrutando del camino. 

Mis pretensiones y ambiciones han cambiado, la vida me ha hecho valorar otras cosas, no voy a luchar contra las bestias, ni tampoco me uniré a ellas, elijo la libertad en todos los sentidos, no quiero estar atada a un sistema que te ahoga y te roba el aire. Para mí se acabaron las competiciones, no llegan a ninguna parte, no las entiendo. Eso no quiere decir que deje de luchar o que haya fracasado, simplemente escojo otro camino, mi camino: el de disfrutar de las cosas.









 

 

jueves, 26 de mayo de 2022

"La señora Luisa": un relato de terror

 


Las manos ajadas de la señora Luisa se posaban sobre las mías con cariño y seguridad. Sentada en aquella mecedora junto a la ventana de su habitación, invadida por la luz de la tarde que intensificaba aún más sus canas, estampaba su imagen en un cuadro de calma con la luz tamizada a través de las blancas cortinas que flotaban vaporosas por la suave brisa de la primavera.

Cada tarde era la oyente distinguida de un sinfín de historias. Cada palabra era absorbida por mis sentidos con muchísimo interés. La señora Luisa se reía y se emocionaba continuamente recordando viejos momentos. Con ella he viajado a través del tiempo y he aprendido a valorar muchas cosas que nunca hice, a cuidarme mejor y vivir mi presente como si no hubiera un mañana.

-El tiempo pasa muy deprisa, hija, aprovecha cada instante- me repetía cada día para ultimar nuestras sesiones.

La señora Luisa había sido doctora y trabajó de voluntaria en África durante algunos años. Fue costurera, cocinera, dependienta en unos grandes almacenes, trabajó en el circo Price domando fieras, fotógrafa y hasta cantante de jazz. Su vida había sido fascinante. 


Las manos ajadas de la señora Luisa se posaban sobre las mías con cariño y dejadez. Las dejaba caer sin fuerza y con desinterés. Sus historias cada vez eran más cortas e interrumpidas por una risa nerviosa. Nuestras miradas ya no conectaban, y se asustaba con facilidad.

-Hija, no me encuentro bien -Me dijo acariciándome la cara y con un brillo intenso en sus ojos.

Durante un mes no pude subir al apartamento de la señora porque tenía atrasadas tareas administrativas que requerían cierta formalidad y reflexión, pero mi conciencia me impedía una desconexión completa, a veces, algunos residentes, se atrevían a entrar al despacho, sentarse al otro lado de la mesa y preguntarme cuándo continuaríamos con las actividades.

Aquel día se me hizo muy tarde, y prácticamente se habían ido todos mis compañeros, solo quedaba alguna supervisora y personal que trabajaba en turno de noche.

Un quejido a lo lejos me hizo detener mis quehaceres. Esperé unos segundos, sólo hubo silencio. Continué escribiendo. Un golpe seco en la puerta me hizo saltar de la silla. Me giré, era el de mantenimiento que se despedía de mí. No era la primera vez que lo hacía, siempre daba un golpe en la puerta y veía un mano asomando.

Imprimí unos cuantos documentos, los amontoné encima de la mesa y seguí imprimiendo. Era el último esfuerzo y ya me marchaba a casa. Ordené los papeles, los sacudí, los manoseé para cuadrar bien las hojas y los dejé caer sobre la mesa. Al tiempo noté una mano que caía sobre la mía, era la mano de la señora Luisa. No la había escuchado entrar, y no era de extrañar, andaba descalza, con las bragas por las rodillas y la camisa desabrochada.

Su mano estaba mojada, lloraba, era un llanto inocente, ese tipo de llanto que comienza forzado para llamar la atención y que si se alarga irrita sobremanera.

-Van a venir a por mí, pero no quiero ir- me dijo entre sollozos.

Le pregunté que a quién se refería, me dijo que a la supervisora.

Miré la hora, marcaba las 10 de la noche, me sorprendió lo tarde que era.

-No tengo hambre, ya se lo he dicho- prosiguió.

“Doña luisa, tiene que comer y acostarse, es muy tarde para usted”.

Negó con la cabeza de manera exagerada, el movimiento se convirtió en una sacudida, como un reflejo del otro, pero con la mirada fija en mí, los labios temblorosos y un reguero de lágrimas que se deslizaron por su cara sin ningún esfuerzo.

-Escúchame, no quiero subir, no me obligues- me dijo asiéndome fuertemente de la mano, clavándome sus uñas.

-Él estará esperando como otras veces, sentado a los pies de mi cama, sonriéndome. Me obligará a acercarme, meterá su mano por debajo de mi camisa y de mi sujetador, me tocará el pecho y me morderá los pezones, y no es que no me guste, pero últimamente me hace mucho daño, le digo que no lo haga y no me hace caso-.

Corrí en busca de la supervisora para contarle toda esta historia que me había dejado perpleja. No sabía muy bien qué estaba sucediendo, si aquello era cierto o si podía tener algo de verdad. Al menos quería irme con la conciencia tranquila.

Se rio a carcajadas. - ¿Te ha contado eso? ¿la misma que dice ver a dos gordos desnudos jugando al ajedrez sobre su cama? - me dijo sin darle mayor importancia.

Durante unos minutos me vino a la cabeza todas aquellas anécdotas que me contaba cuando era joven y esas profesiones tan dispares en su vida. 

 

Se llevaron a la señora Luisa a su habitación. Sentí el impulso de despedirme esa noche de ella. Subí a la cuarta planta antes de marcharme a casa. Casi todo el personal se había ido.

Por lo que fuera, la luz de aquel enorme pasillo que tenía ante mí, no funcionaba, por un momento me sentí parte de aquellas escenas que se han repetido tanto en las películas de terror: el indicio de que algo no va bien.

Un quejido a lo lejos y una presencia ante mí, al otro lado, justo a la altura del apartamento de la señora Luisa. Cuando mis ojos se acomodaron a esa oscuridad pude adivinar que era ella con un camisón rosa hasta las rodillas y el pelo suelto, cuyas canas relucían en el oscuro pasillo.

-Luisa, ¿se encuentra bien? -.

Tropecé con algo cuando por fin me decidí a dar el primer paso: una ficha de ajedrez a mis pies. 

 

La puerta del apartamento se abrió, la señora Luisa entró antes de que yo pudiera llegar hasta ella.

El televisor estaba encendido, su resplandor salpicaba algunas zonas de la habitación, la cara de la señora Luisa resplandecía por momentos, sentada a los pies de la cama con la mirada ausente. Parecía muy cansada, los párpados se le caían, pero por alguna razón se resistía a que el sueño le ganara.

-Tú me crees, ¿verdad?- me preguntó sin mirarme.

Me senté frente a ella, de espaldas al televisor. Posé mis manos sobre las suyas. Sonrió, de esa inocente sonrisa pasó a una risa improvisada, de la risa a la carcajada y de la carcajada a un gesto pícaro que se congeló por unos segundos.

Apretó su boca, endureció su rostro y comenzaron a brotar lágrimas a la carrera. Enganchó sus manos al camisón y empezó a retorcerlo llevando la tela hacia el centro cruzándola de un lado a otro como protegiendo su cuerpo.

-   ¡Te he dicho que no! - gritó agresiva.

Mordió con todas sus fuerzas una de mis manos. Grité. Me hizo daño, pero me hacía más daño verla así.

-Es moreno y alto, muy guapo- dijo, exhalando después lo que parecía un suspiro tembloroso.

Su mirada al frente hizo girar mi cabeza hacia la televisión. Uno de los personajes había entrado en una habitación colocándose unos guantes de goma, cerró la puerta y se escuchó un grito de terror al otro lado. Era una serie policiaca sobre un maniaco sexual. De pronto vi algo parecido en su discurso. La señora Luisa mezclaba imágenes en su cabeza, no sabía distinguir lo real de lo imaginario.

Después de haberla arropado y haber apagado la televisión, cerré la puerta tras de mí. Un sentimiento de pena me invadió, pena y alivio al mismo tiempo.

Mientras caminaba por el pasillo sostenía en mi mano aquella pieza de ajedrez. Al reflexionar sobre ese detalle me di cuenta que en la residencia, alguna vez, se han organizado torneos de ajedrez, aunque era más común jugar al dominó. Sonreí quitándole importancia y seguí mi recorrido.

Me crucé con un auxiliar que caminaba en dirección contraria a la mía. No me miró a los ojos, ni me saludó, pero justo en ese encuentro se ajustaba unos guantes de goma. De pronto recordé las palabras de la señora Luisa: “era moreno y alto, muy guapo”. 


“Moreno y alto. Muy guapo”. Me giré para comprobar hacia dónde iba, y observé que entraba a la habitación de la señora Luisa. El corazón me latía con fuerza. Corrí como pude mientras gritaba auxilio. Algunos trabajadores que me oyeron avisaron a la supervisora. Lo que ocurrió tras aquella puerta solo lo sabe el personal sanitario del centro.

La señora Luisa y yo jugamos al ajedrez todos los miércoles. Siempre me gana, aunque a veces, solo a veces, me hago la despistada.