lunes, 25 de abril de 2022

Otro frío invierno: Lamentos de Lola

 

Propuesta: Escucha esto mientras lees. 👉Invierno de Vivaldi   

Sentí una agonía muy grande cuando él despareció con mi hija, era como si se llevara una parte de mí. Me temblaban las piernas y por momentos creí desfallecer, me arrancaban el corazón, sentí como si lo desgarraran, lo machacaran con fuerza. Mi vientre era un tornado de sensaciones todas ellas dolorosas, imposibles de soportar. 

Lo expulsé todo. 

Todo ese torbellino angustioso que subió hasta mi boca. Arrojé todo ese tormento, vomité mi pesar, mi tortura. Nada de aquello me salvó de mi congoja. Nada de aquello me iba a salvar de una noche empapada en llanto. 

¿Por qué tuvo que venir? ¿Por qué me pidió aquello?

No estoy preparada para nada, ni siquiera para ser, para estar, para encontrarme. No soy nadie en este momento, me desoriento, me pierdo en este vacío, pido ayuda constantemente. Mis gritos se ahogan en la oscuridad, se desvanecen en ella, nadie puede oírlos, nadie puede escuchar mi lamento. Me retuerzo de dolor, necesito que alguien me guíe, que alguien me ayude a mirarme, a sentirme, a quererme. 

Hija mía, cómo te puedo querer si soy incapaz de amarme, y sí, claro que te quiero con toda mi alma, pero entiende que mi alma ahora está descompuesta, huele mal, pesa, pesa mucho, hija, no puedo levantarla. No puedo con tanta carga, me destroza. 

No puedo más. 

Por qué has venido, por qué me has pedido eso, si sabes que ahora no puedo, que no entiendo mi existencia aquí, si soy un ente pasajero sin rumbo. Cómo voy a ser capaz de ayudarla a ella si soy incapaz de levantarme, de protegerme a mi misma de esta oscuridad que estoy viviendo. 

Te odio por hacerlo, por pedírmelo, por ser tan tremendamente egoísta, por pensar solo en tu bienestar. 

Te odio por odiarme y a la vez me odio a mí misma por hacerlo. 

Me gustaría proyectar todo mi dolor en ti, hacerlo penetrar en cada poro de tu piel, que te pasaras las noches en vela hasta que te pudiera el cansancio, la fatiga, que te bombeara tan fuerte el corazón que te atravesara el pecho, que no pudieras respirar, que te ahogaras, que no pudieras distinguir entre lo que es sueño y lo que es real, que vivieras en ese limbo de constante desesperación, que te atragantaras con tu propio llanto, que agonizaras, y que no pudieras morir nunca. 

Mi rostro se desdibuja en el espejo, se retuerce mi figura en él. No existe una imagen clara de mí, no me veo. Soy como un espectro grotesco, sin forma, imperfecto, llena de heridas que no han cicatrizado, accesible, fáciles de remover. 

Fragmento de un monólogo para trabajar el personaje de una historia. Explorando personajes.

 

 

lunes, 18 de abril de 2022

Vuelve a despertar la bestia

 


Otra vez me ha despertado ese maldito cuervo picoteando la ventana, aunque tampoco es que me importe demasiado. Vuelvo a tener una de esas terribles pesadillas en las que solo veo sangre y escucho gritos, y a través de ese flujo rojizo se deja entrever una mujer arrastrándose por el suelo suplicando ayuda.

Nunca llego a ver su rostro, pero sé que es mi madre. Y aquellos gritos de auxilio se clavan en la boca de mi estómago como las puñaladas que mi madre recibió aquella tarde otoñal en manos de aquel ser sin escrúpulos que, en algún momento, significó algo para ella: mi padre, un sonido que apenas puedo pronunciar porque solo el hecho de sentirlo en mis labios hace que mi cuerpo se estremezca de terror.

Hace algún tiempo que no sé nada de él, y cuando he de verle tengo que hacer grandes esfuerzos para olvidarle después, porque su imagen en mi cabeza es una tortura, ese rostro de mirada amenazante me obliga a esconderme en mi propia oscuridad, esa parte de mí que a veces quiere emerger, pero que se hunde en mis entrañas con ahínco y firmeza.

Me duele el estómago de guardar a la bestia, quiero vomitar todo es exceso de odio e impotencia, pero no puedo.

Enciendo velas que calman la ira, que me conducen a una paz que no parece llegar, llamas que, en muchas ocasiones, son apagadas por mis lágrimas. Sigo intentándolo, persisto. He dejado de tomar pastillas que me mantienen aturdida, acostada, sin apetito ni deseo sexual. Tomo y retomo rituales, panacea diaria que, durante unas horas, me da lo que necesito. Respiro el humo de la tranquilidad, la cera se agota, se consume, paralelismo a mi desahogo, pero aun así vuelvo al principio.

Plumas y espigas, piedras preciosas, flores, piñas, hierbas esenciales, campanillas, velas de todos los tamaños y colores, candelabros que sostienen algunas de estas; incienso que inhalo con serenidad, estatuas, monedas de plata, dibujos geométricos, colgantes, anillos… todo es poco y el exceso se ha convertido en un caos que debería entender, pero no entiendo. Un altar desordenado que confunde el origen de mis ideas, un sinsentido de objetos que no guardan relación entre ellos, ni conmigo.

Vuelvo a perderme, vuelvo a preguntarme por qué hago todo esto. Busco fórmulas para acercarme a ella y para alejarme de él, pero despierto de mis ideas continuamente y me siento ridícula en el proceso, en ese camino que se bifurca tantas veces. Me lleno de rabia, desgarro mi ropa, me abofeteo y otra vez vuelvo a tragarme a la bestia, es un trago áspero, brusco que duele y destroza. 

 


 

jueves, 7 de abril de 2022

"No tengo nombre": carta desesperada de una desconocida

 

No tengo nombre, respondo a cualquier sonido, mirada o golpe. Sé leer muy bien lo que la otra persona quiere sin tan siquiera abrir la boca. Puedo ser muchas cosas y nada, soy lo que tú quieras que sea.

 

No puedo definirme ni siquiera como un animal o un objeto, algo a lo que puedes coger cariño si te llega a satisfacer, pero que abandonas o destruyes si molesta.

 

Soy un artículo de usar y tirar, no tengo más vida que esa. Me destruyo y reconstruyo varias veces, pero no tengo razón de ser.

 

Alguna vez fui, lo sé, sin embargo, me obligaron a no ser, a no sentir, a no pensar. Y cuando pienso sufro, el corazón sangra y duele. Y si no pienso también padezco, no conozco otra sensación que esta.

 

Mi piel no es como la tuya, ha sido sacudida, apaleada y manoseada. Las heridas visibles desaparecen ante tus ojos, pero penetran en lo más profundo de mí. Luego vendrán otras visibles.

 

Tus palabras atraviesan mi alma, me golpean igualmente, es el mismo dolor ya anestesiado. Cada vez soy más insensible a esta pesadilla. Nunca he sentido placer, finjo para que tú disfrutes, aguanto tus miserias, tu mirada lujuriosa intimidante, tu espumarajo repugnante que define tu persona, alguien que nunca debió nacer como hombre, sino como mujer.

miércoles, 6 de abril de 2022

El monstruo de la silla- Microrrelato de terror (para niñ@s)

Sam exhaló un suspiro y al instante algo cayó de la silla. Las sábanas ya lo cubrían hasta la nariz. En cuanto su madre apagó la luz y cerró la puerta, no apartó su mirada de aquel asiento que tenía frente a él.  Algo había caído de allí, y no sabía qué. Nervioso llegó al límite de la cama, e inclinándose, reconoció sus pantalones vaqueros en el suelo: hacía tiempo que los andaba buscando. Respiró algo aliviado. Pero cuando alzó la mirada y vio la silla a escasos metros de él, un escalofrío invadió todo su cuerpo. Clavó sus ojos en aquel asiento que se transformaba en un monstruo deforme.   -Me va a comer, me va a comer – se repetía una y otra vez. El viento azotó fuertemente los cristales de la ventana y un grito ensordecedor salió del estómago de Sam. Al instante alguien encendió la luz -¿Qué ocurre? – preguntó su madre preocupada .Sam señaló la silla que tenía frente a él, su madre sólo vio una montaña enorme de ropa que, seguramente, se le olvidó meter en el cesto de la ropa sucia hace días. Y es que Sam era algo descuidado.